domingo, 29 de agosto de 2010

La mirada: la conciencia en sí


La mirada: la conciencia en sí

Una mirada,
Forjada en la memoria,
Vestida entre velos,
Resplandece de incógnita,
Sin contornos,
sin carne,
solo ojos profundos,
llorando el silencio de los desbocados,
de los a palos callados,
de los que nacen muertos aun respirando.
Incomoda la persistencia,
Es una amenaza a la más íntima de las anestesias,
A la expectación desafectada,
Es una acusación,
Un impertinente llamado a romper el sueño,
A abrir los sentidos a la pesadilla maquillada,
A verse arrastrar por la vorágine,
A notar por vez primera que nuca hubo orillas,
que la calma solo fue una narcótica publicidad,
que el vértigo no era más que una seguridad parasitaria que se alimenta de vida,
de nuestra vida.
Corremos la cara,
Pero es imposible zafar,
Parece no estar dispuesta a la negación,
al olvido,
cada abrir y cerrar,
cada parpadear la revela presente,
Incansablemente compañera,
Insoportablemente familiar,
Cada espejo nos refleja,
La refleja,
Nos vuelve retrospectivos,
Instantes de angustia,
Fragmentos de lucidez,
De reconocimiento,
El dolor de sentir lejos de los otros.
La mirada forjada en la memoria,
quiere dejar de ser incógnita,
mutar en acción,
en huracán de solidaridad y autorrealización,
no otro bálsamo que haga del dolor paciencia
y de la vida una eterna muerte.

domingo, 22 de agosto de 2010

miércoles, 4 de agosto de 2010

Delirio

La niña se hace enredadera, se gusta amante de los muros, viajando hacia lo alto, le gustaría crecer, poder tocar las nubes. Aún no llega a la mesa, eso le molesta, quisiera acelerar el tiempo, perder lo que sea pero llegar a las alturas.
El niño no quiere nada, no le interesa ni lo alto ni el suelo, quizás le llama un poco la atención el vuelo, ser un poco emplumado.
Los dos van de la mano, se llevan, se acompañan. De a ratos se miran. Ella desearía poder confiarle sus ansias, esa necesidad que por dentro la estira, larga y lánguida. Él se conforma con mirarla, con tocar su mano. Siente que a ella eso la aburre, que cualquier cosa le sentaría mejor. Ella calla, no sea cosa que la crea loca y que su locura lo espante…
Caminan y caminan, cada tanto se miran de reojo o sin pudor, pero poquito no sea cosa que se ojeen y duela la cabeza. Él sueña que la besa en un descuido y de apuro, eso lo sonroja. No se si ella lo intuye pero se sonríe y sigue.
Cruzan una habitación y luego otra, entran en la prohibida. La mama de Clara le vive diciendo que por ninguna razón cruce la puerta, que lo que allí se encuentra es cosa seria y peligrosa. Pero ahora no había ni temor ni juicio así como iban los dos embriagados, caminando juntos, pensando por separado.
La puerta no hizo ruido, dentro todo estaba oscuro. A Facundo le dio miedo y apretó con más fuerza la mano de ella. Dieron un paso, en el fondo algo brillaba, estaba a unos metros… lentos se dirigieron al destello sin mediar palabras.
El espejo los devolvía él vuelto pájaro y ella cumbre de colina.