domingo, 22 de noviembre de 2009

El olvidado y su recuerdo


Corría solo corría, parecía alcanzar al viento, nada por delante, nada por detrás, un olvidado que perseguía a máxima velocidad a su propio recuerdo, preocupado, desesperado, corría y corría, no podía dejarse escapar.
Las lagrimas y la angustia amenazaban con detenerlo, en la marcha se refregaba los ojos y se veía cada vez más lejos de si, no parecía haber remedio, el recuerdo era más rápido, estaba condenado a no ser, a nunca haber sido, a nunca ya ser.
Pero obstinado seguía, perdido por perdido, mejor correr y correr, nada por detrás, nada por delante, sus pies pisaban el vació, el horizonte se desfiguraba a punto de desaparecer ante la aparente llegada de su recuerdo.
Definitivamente ya no existía horizonte, es que los limites escapaban a toda percepción, a todo sentido, a todo razonar, solo el olvidado y el recuerdo corriendo a gran velocidad hacia ninguna parte.
De repente el recuerdo frenó y el olvidado lo atravesó como a la nada misma, no hubo casi tiempo para evitar el impacto, para planearlo, y así todo alrededor comenzó a tomar forma y color.
Entonces apareció allí, sus ojos pudieron ver el cielo, su espalda se hacia de la tierra, todo empezaba a tener sentido, parecía un parque gigante, grandes árboles dispersos y verdes pastos por doquier, pero el silencio extrañaba, parecía decir: solo estas, nadie te aguarda aquí… sus ojos buscaron en toda dirección, algo que se le asemejara, pero en vano se esforzaban, el silencio decía la verdad, nada ni nadie estaba allí ni por él ni por nadie más.
Intentó mirarse a si mismo y solo pudo ver el verde prado, los árboles, la tierra, el cielo y a su recuerdo parado frente a él desafiante, como proponiéndole otra carrera al infinito de la nada, y perdido por perdido volvió a correr y correr, pero esta vez no hizo falta que el recuerdo frenara, lo atrapo sin problemas a poco de arrancar, lo tomo por la espalda y lo dio vuelta. Una vez frente a frente, el recuerdo se volvió un espejo retrospectivo y volvió a sentir amor, odio y un dolor intenso en su pecho.
Había alcanzado a su vida después de tratar y tratar de hallarse y ahora era demasiado tarde, su corazón se partía por segunda vez o por tercera, quien sabe cuanto llevaba haciendo esto.
No hizo mas que atinar a romper el espejo pero no dio resultado el golpe le dolió sin mas remedio, entonces dio la vuelta e intento huir de sí, corrió y corrió, perdido por perdido en el dolor mejor correr, pero cada vez que volteaba para ver si se había vuelto a perder a si mismo el espejo venia detrás.
Entonces hizo lo que el recuerdo, frenó de golpe, el recuerdo lo atravesó y nuevamente se separaron.
Él había sido un hombre normal, nada fuera de lo común, pero cuando sin pedir permiso la empujo a su interior, la hizo parte de su piel, de su sangre, de cada partícula de oxigeno que respiraba, todo se transformó.
Se volvió el sombrío devoto de una diosa inmanente, estaba en todo y en todos, era ella y él mismo, parecía la pieza fundamental para entender y atravesar el mundo, un brújula de la vida, algo que ella supo solo después de un tiempo y al saberlo huyó, no quería herir a tan fiel criatura.
Así la fue convirtiendo en su único pensamiento, en su único principio y fin, en el absoluto de su existencia, y a medida que ella ocupaba más y más, cual ejercito imperialista, el se separaba más y más de sí mismo, se dejaba escapar en cada lagrima, en cada flash de su risa, en cada historia que se inventaba.
Nada daba la impresión de tener sentido, el dolor era una carga devastadora, y olvidarse a si mismo fue el único antídoto y se partió en dos en el olvidado y el recuerdo, así vagabundea por su propia mente, la mayoría de las veces tratando de evitarse, pero de vez en cuando el olvidado, quiere saber quien fue y por que ya no se sabe, entonces comienza la carrera, pero cuando la vuelve a ver en el espejo, vuelve a empezar para perderse, para perderla, es que el dolor no resulta un buen amante, ni guía.
El amor puede ser el paraíso o simplemente la perdida de la vida, pero de cualquier manera la vida se pierde, y la felicidad instantánea, aunque mas no sea, hace que el olvidado quiera recordar el dolor que lo desterró de sí, esa diosa inmanente que nunca supo decir que no, que ni siquiera supo que era una diosa, que sintió culpa sin tener.
Cada búsqueda es un perdón pedido a la ausencia, una reconciliación entre las dos caras de la vida: el dolor y el amor, eso que tan caro sale a todo persona.

Emiliano Pardavila "De la decadencia 1" ediciones evaristo 2009
Ilustracion original Vanesa Garcia... Nuevamente agradecido por su trabajo

1 comentario:

  1. la cultura exprime.. le quita al hombre dosis de "pulsión de muerte".. esa que todos tenemos.. y la "pulsión de amor".. viene bien para la producción.. jaja.. me gustó mucho.. cariños y adelante compañero!

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