miércoles, 16 de marzo de 2011

Fugaz

Justo cuando el viento la empujaba, en ese momento en que lo disfrutaba, cuando sus quejidos se hacían placenteros, la abandono. Ciega en vuelo sin vuelta, en una caída sin fin. Mecida como una hoja, arrancada en prematura violencia de su apacible existencia, se balanceaba en la resistencia del aire.

La fricción quemaba su dermis, desvistiéndola hasta de si. Entonces abrió los ojos, vio la sombra fugándose en un afuera que era tan dentro y nada, extendió su mano, su espíritu todo se extendió- implorando caridad- . Tiempo, solo una fracción de ese ingobernable dios de dioses, solo un ratito. La sombra se iba sin mirar lo que quedaba, lo que había dejado.

Las lágrimas se escurrieron de sus ojos. Las sabanas se deslizaron sobre su vientre y la angustia apretada en la ausencia fue el rictus de su mal sueño, encogida sobre sus rodillas, suspiraba.

El colchón sobre el piso, sin arlequines ni bufones, sin más reino que su deshabitado cuerpo. Hacia frío esa noche, la helada se colaba por las luces de las ventanas en falsa escuadra.

Que reino de mierda, que miserable y triste reino. Puta herencia, si al menos algunos fieles me quedaran a los pies para entibiarme la sangre, quizás le otorgaran las ganas de circular, de dar vueltas, por esa cavernas entumecidas que son mis venas… pero no, sola aquí en la alcoba real-mente de mierda.

Con un sueño que sabe a karma y el vapor de mi respiración dibujando formas que se alejan. Quien sería capaz de gozar de este destino que no sabe a nada.

No me sonroja ya nada y ni masturbarme ni andarme así colgada de mis carnes que se hacen flácidas, ni siquiera ansiar la perdida del linaje.

Echo a reír a carcajadas cuando leyó las incoherencias que había escrito, al final la barrita, en el ordenador, parpadeaba, esforzándose por llamar la atención y no ser abandonada, pero no se si fue virtud suya o el azar…aquello no quedo allí.

A quien quiero engañar la mía es simple habitación de campesina, mi cuerpo la muestra fáctica de las malas cosechas, y esta herida en mis muñecas, las marcas que la ausencia le dedico al alma.

Mi alma sufre de mala memoria y para no olvidarse las escribió en mi carne. No se me ocurrió que se quedaría para siempre, pero ahí estan, recordándome dos cosas, la mala memoria y el dolor sin despedida.

Es cosa loca la vida, ahora quisiera que no estuvieran, que se borrara, que me permitiera repensar, revivir. No se.

Esta vez no me dieron ganas de las pastillas, no quiero huirle a los fantasmas, quizás sea bueno hablar con alguien, por ahora lo escribo, no sea cosa que se les ocurra llegar cuando me vaya.

Pero que tonta ellos siempre saben encontrarme…

Otra vez echó a reír, los espasmos se hacían cada vez más fuertes, como irrefrenables, las costillas dolían de la contracción, las lágrimas rebrotaban… pero de otra sensación. Respiro profundo un rato, concentrada como un viejo monje que busca el nirvana, pero cuando parecía desalojar a la risa, volvía la vista sobre la muñeca rajada, sobre la pantalla, y el frío que era fracturado por su respiración y comenzaba nuevamente.

Así estuvo un rato, entre idas y vueltas, hasta que pudo volver sobre su cometido… el ruido del teclado se le hizo ameno, como un espanta ausencia, algo así como el canto del muñeco de paja que ahuyenta la soledad.

Un rápido movimiento hizo el hielo gaseoso que era el aire en su nuca, giro repentizando la postura, pero nada había entre ella y la pared, volvió sobre la pantalla y dio rienda suelta a su necesidad.

Se que andan, que me rondan, saben que los estoy llamando, pero quienes llegaran primero los de eros o los de tanatos, quienes me susurraran al oído, los más nuevos o los primeros.

Puta madre, otra vez ese fugaz y violento movimiento del aire… perdón es que creo que no estoy sola, ¿Dónde mierda estará el gato? Hace rato que lo llamo y no aparece, esta bien que la casa es grande y él goza de una enorme facilidad para esquivarme, eso es algo que parece ser común a todos los seres, pero nunca me evita por tanto tiempo.

Escucho ruidos seguro que vencí sus ganas y esta viniendo, aunque no sé, no parecen ser sus sigiloso pasos…

Esta en el rincón izquierdo del techo, veo sus ojos rojos que me miran, profundos me devoran, me hipnotizan no veo la forma de moverme, quiero mis pastillas, no era este al que quería, no. A este no lo conozco… se desliza por el aire, la penumbra me deja verlo a medias, su elástico cuerpo de grises se acerca. Es antropomórfico, lánguido.

No, en realidad no es nada, pero el gato no viene. Son las tres de la mañana en esta habitación de mierda… vuelta el olvido de alguien, siendo mi propio olvido, envuelta en este insomnio desnudo de caricias.

No soporto ni siquiera escribir… daré otro mensaje a mi alma y todos ya saben, ella sufre de mala memoria… adiós.

El colchón sobre el piso, sin arlequines ni bufones, sin más reino que su deshabitado cuerpo. Hacia frío esa noche, la helada se colaba por las luces de las ventanas en falsa escuadra. Y la sangre corriendo de las venas inundaba el piso.

1 comentario:

  1. Duro texto, Emiliano, duro y lleno de desesperación y soledad porque vive un mundo de llegadas y adioses tempranos que dejan ese vación de caída sin fin en las brumas del miedo.
    Es un placer seguir tu dominio del relato y el surco de tu palabras en el corazón.
    Un beso con mi cariño.

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