domingo, 15 de noviembre de 2009

El libre asesinado


Lo habían seguido, al menos tenia la certeza de que así era, se agazapo en un recoveco que se dibujaba entre la ultima pieza y la medianera, en una empresa inútil, sangraba y el rastro seria el peor de los delatores… intentaba respirar despacio para no ser oído, apretaba con fuerza el orificio que la bala había dejado en la carne enflaquecida de hambre y trabajo.
El saco y la camisa se habían teñido de un rojo pálido, el ardor era insoportable…el olor a carne quemada había impregnado su olfato, todo hacia imposible que su mente se deshiciera de la situación ni en un parpadeo fugaz.
Sus fuerzas se ponían en fuga, estaban dispuestas a abandonarlo a la muerte, por primera vez se quiso carcelero, dispuesto a no dejarse perder, se aferro a ese futuro que la humanidad prometía.
Ya estaban en la puerta al otro lado del pasillo, los sentía… casi podía oír sus cínicas palabras y sus histéricas risas que festejaban la cacería del libre… sus uniformes ridículos… azules ya alteraban el monocromático primer pasillo que daba al patio central… allí las piezas se enfrentaban unas con otras, invitado a la fraternidad de los explotados. Los guiaba un miedo denso, oscuro, un inmenso desprecio por si, enraizado y cultivado en la obediencia.
El ultimo en atravesar la puerta, del viejo caserón de estilo pompeyano, era el dueño del circo, ese que se regodeaba a la hora de domesticar lo indomesticable… le encantaba robar ese ultimo aliento de humanidad de los espíritus libres, inquietos, de eso que no nacieron ni para uniformes ni para obedecer ni para mandar.
Sus ojos brillaban ya al disponer la escena del final, el acto del triunfo de la ley de pocos sobre el sueño de muchos, limpiaría estas tierras para sus amos por algunas migajas y un par de negocios espurios que elevarían su radio de poder.
Cruzo la calle agitado, lo inmediato lo perturbaba, es que hasta lo perfecto puede volar por los aires y hacerle tragar a uno una a una las esquirlas del orden que desordena lo que debería ser.
Pero era tarde para echarse atrás, no era el egoísmo lo que lo guiaba, de su acción dependían otros, sus sueños dependían de las acciones de otros…los adoquines que evitaban que la tierra aflorara, marcaban sus pasos… frente al banco… en unos minutos alguien entraría fuertemente custodiado en busca de algunas pesadas bolsas repletas de metálico.
Atravesó la puerta, metió nervioso la mano en el bolsillo saco el bufoso y redujo al polizonte… exigió las bolsas…todo marchaba bien… pero al salir tres uniformados que caminaban por la vereda de enfrente advirtieron el acto de justicia y dispararon sin avisar, todos fallaron….corrió con las bolsas al hombro unas cuadras con los tres que ahora eran cinco por detrás, disparando sin cesar.
Uno de los plomazos dio en la parte inferior izquierda de su abdomen, por debajo del vaso, la quemazón lo detuvo por un instante e hizo mas lenta su marcha… cuando por fin pudo responder a la agresión le dio en la mandíbula a uno que se freno en seco, desplomándose sobre sus piernas…el disparo había fracturado el maxilar inferior, desformado la cara, ladeándola ligeramente hacia la derecha, la sangre brotaba como el verde en primavera, por doquier.
Alcanzo un tranvía que se dirigía hacia el sur, dirección a San Telmo, los uniformados quedaron detrás, pero era demasiado tarde para que olvidaran el hecho…Estaba convencido de que buscarían cualquier medio para seguirlo.
Un sudor frió le recorría la cara empalidecida por el esfuerzo y el tiro, su mano sintió entonces la humedad rojiza de la sangre en el orificio de salida, por lo que abandono el vagón y busco refugio en el primer edificio que le pareció familiar. Entro sigiloso busco un rincón oculto y se quedo sentado unos minutos.
El abuso del orden puso en alerta a los inquilinos que no entendían lo que pasaba, la puerta principal se abrió de un estallido, el panzón dueño del circo se refugiaba tras los cuerpos de sus súbditos fieles como perros, su sonrisa refulgía de odio y castración…pese a saberse con la victoria sus pasos se hacían lentos, es que en esos tiempos la solidaridad era algo mas que un cliché publicitario y se la practicaba a sangre y fuego entre los condenados al yugo.
Con la espalda contra la pared y el esfuerzo incólume de sus piernas se puso de pie, la sangre había dibujado su firma en el revoque, una larga y movediza franja roja, apoyo las bolsa en el suelo y al grito de libertad salio de su frustrada guarida a los tiros sabiendo su final, pero sin darse por vencido.
Callo abrazando el piso, amigándose con la tierra, esa que alberga sin distinción incluso a aquellos que viven para despreciar al prójimo, sus ojos abiertos eran el espejo de un alma que vivió por la libertad y por ella murió, sin heroísmo… pues no es héroe quien no se cree mas que otro y hace lo que dice y muere como hace.

De la decadencia 1 Emiliano Pardavila.
Ilustración original de Vanesa Garcia...a quien estare eternamente agradecido por el esfuerzo y la buena onda

1 comentario:

  1. invitado a la fraternidad de los explotados. Los guiaba un miedo denso, oscuro, un inmenso desprecio por si, enraizado y cultivado en la obediencia.
    Cruzo la calle agitado, lo inmediato lo perturbaba, es que hasta lo perfecto puede volar por los aires y hacerle tragar a uno una a una las esquirlas del orden que desordena lo que debería ser.
    pues no es héroe quien no se cree mas que otro y hace lo que dice y muere como hace.
    ..... éstas son las partes que más me gustaron del escrito.. por lo demás.. exquisitamente escrito.. contado.. un delicioso trago a estas horas.. bien ahí.. cariños

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